Padre Diego Miranda, nuevo capellán del Complejo Educacional Monseñor Luis Arturo Pérez
09 de Julio de 2015
 
"Me he sentido muy bien recibido en el colegio, me han ido abriendo los distintos espacios para hacerme sentir como en casa", señala el sacerdote.

Nacido y criado en Maipú, estudió la enseñanza básica y media en colegios de la comuna. Luego ingresó a la UTEM para estudiar Trabajo Social, titulándose el 2004. Tres años después decide entrar al Seminario Pontificio Mayor de Santiago. Fue ordenado sacerdote el 25 de abril del 2015 y desde hace un par de meses es el nuevo capellán del Complejo Educacional Monseñor Luis Arturo Pérez. Es el presbítero Diego Miranda Toledo, sacerdote diocesano de 36 años.

El Padre Diego es actualmente Vicario Parroquial de la parroquia Jesús Señor de la Vida, de la población La Bandera, y al mismo tiempo es Encargado de la Pastoral Vocacional de la Zona Sur de Santiago.

¿Cómo llega a ser capellán del Complejo Educacional Mons. Luis Arturo Pérez?

El año 2010, mientras realizaba mi práctica pastoral en la Zona Sur, fui destinado como seminarista a acompañar la pastoral de este colegio. Fue un hermoso año en donde pude establecer vínculos de cariño y amistad con muchas personas del Complejo. Así fue que recién llegado a mi parroquia, la hermana Romina, Directora de Pastoral del establecimiento, me llama por teléfono solicitándome ser capellán del mismo. La verdad es que mi intención inicial era no tomar capellanías en el primer tiempo de sacerdocio, a fin de poder dedicarme tiempo completo a la parroquia. Pero como era el Complejo, en el cual estuve años atrás, y el cariño estaba presente, viendo la necesidad, accedí agradecido.

¿Y qué ha significado para usted ser capellán de este colegio?

"Bueno, un nuevo desafío y un constante aprendizaje, pues estoy dando mis primeros pasos en el sacerdocio y la dinámica dentro de un colegio es distinta a la dinámica parroquial. Me he sentido muy bien recibido por el colegio. Con cariño y preocupación me han ido abriendo los distintos espacios para hacerme sentir como en casa. Ha sido especialmente hermoso poder celebrar la misa con los cursos, tanto con los de enseñanza básica como con los de media. También he podido visitar las salas de clase, hablar con alumnos y profesores y estar presente en actividades propias del colegio. Ha sido realmente una bendición.

Un sacerdote cercano

¿Cómo ha sido el contacto con los distintos estamentos, qué le ha llamado la atención?

Me he sentido integrado desde un primer momento. Tanto los alumnos como los profesores y los funcionarios me han ido haciendo un espacio para interactuar con ellos. Con el tiempo uno va conociendo más personas, haciendo presencia en distintos lugares y eso mismo va permitiendo que se enriquezcan los espacios. Me ha llamado profundamente la atención el anhelo de Dios que late en cada rincón del colegio. Por ejemplo cuando los niños y los jóvenes participan como cursos en las misas, se ve en ellos un deseo de conocer más a Dios y crecer en su amistad. Otro lugar propicio han sido las misas mensuales con los profesores. Ha sido una hermosa oportunidad para integrar en las oraciones los distintos procesos que los profesores estás viviendo. En ocasiones la urgencia de la tarea escolar no les permite darse un tiempo de calidad para ellos mismos. Esas misas han sido un momento para detenerse y volver a descubrir el sentido profundo de lo que hacen.

¿Cuál es el principal desafío que tiene como capellán?

Me parece que uno de los principales desafíos de un capellán en un colegio católico se juega en hacer presente de forma significativa la dimensión sacramental y pastoral al interior del establecimiento. Es clave mostrarse disponible, presente y colaborador con las distintas instancias. Que todos en el colegio: alumnos, directivos, profesores y funcionarios, sepan que en momentos puntuales y en días definidos van a tener un cura a su disposición. Llevo solo unos meses, pero en este tiempo he ido reconociendo la importancia de una presencia sacerdotal en el establecimiento. Para un colegio, tener la posibilidad de la celebración eucarística semanalmente, por cursos, es una riqueza enorme. Poder al mismo tiempo gestionar instancias de espiritualidad, formación e intercambio es también clave. Yo personalmente veo como un gran desafío el que todos los estamentos del colegio me reconozcan como un sacerdote cercano, acogedor, involucrado y comprometido con el establecimiento. Sabemos que la imagen sacerdotal está sumamente dañada por los acontecimientos que han sucedido estos últimos años, pero eso, lejos de desanimarnos, debe llevarnos a comprometernos más profundamente con Jesucristo y su Evangelio, a fin de mostrar con claridad el verdadero rostro del sacerdocio, el rostro de Jesucristo Buen Pastor. Así, el principal desafío en mi ministerio al interior del establecimiento, es ser, sobre todo, un buen cura.

Su vocación sacerdotal

¿Cómo surge su vocacional sacerdotal?

Mi vocación sacerdotal es, en primer lugar, un don que recibo por gracia de Dios. Lo que me fue correspondiendo a mí fue descubrir cual era el plan que Dios tenía para mi vida. De este modo, creo que son tres los lugares en donde me fue posible visualizar esto. Primero, mi familia. En ella fue donde conocí el amor, conocí la vida y conocí a Dios. Mis padres han sido siempre un gran testimonio de amor y entrega generosa. También mi parroquia fue muy importante. Participando en la pastoral juvenil fui haciéndome muy amigo de Jesús. Descubrí que seguirlo es hacer una opción radical por Él, y que al mismo tiempo esa opción radical debe ser hecha en la Iglesia. También influyó mucho mi anhelo de hacer de mi vida una ofrenda, una forma de servir a los demás. Por eso estudié Trabajo Social, y desde ahí descubrí que el Señor me llamaba a dar mi vida por todos, pero especialmente por los más pobres.

¿Qué significa para usted ser sacerdote hoy?

Significa, primero, un misterio. Es decir, estoy asomando mi vida a algo que es mucho más grande de lo que alguna vez soñé. Eso me llena de alegría, pues voy evidenciando que el sacerdocio no es algo que me haya inventado yo o que yo mismo pueda comprender. Me siento invitado a vivir el día a día con plenitud, dejándome sorprender por el Señor. Significa también un desafío de fidelidad al Señor y a la Iglesia. Significa, sobre todo, hacer de mi vida una ofrenda en clave de acción de gracias.

Fuente: Comunicaciones SECST, foto Carlos Eduardo Espinoza, Encargado de Comunicaciones del Complejo Educacional Monseñor Luis Arturo Pérez. 


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